Anfisbena
"La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela."(Cortázar, "Continuidad de los parques")
“Pero cuando deseo leer, nadie debe interrumpirme. No podés entenderme, parece que hablo con la pared… Te dije por enésima vez que no entres en la biblioteca mientras leo . Yo lucho mucho por mi espacio y lo violás deliberadamente”
La puerta se cerró estruendosamente. Los goznes chirriaron agudamente, en medio de un espantoso estertor. La lectura moderna es solitaria, masturbatoria. A veces hay algún primitivo que osa entrometerse en esa soledad combada que forma un campo ajeno a todo lo externo.
Sus rictus tan cotidianos, el estiramiento de la espina dorsal, la elongación de brazos y el sonido de falanges entrechocarse. Leer es todo un rito. Una nova ceremonia iniciática.
En el anaquel más alejado de aquella habitación en penumbras, había un libelo abandonado por todas las memorias. Un resorte invisible lo impulsó hacia el ejemplar. Apartó las Eglogas del virginal, aquellas en que las Parcas decían a sus husos : “Currite.”
El lomo estaba desgastado. No recordó la adquisición de aquel volumen. Quizá era un mero obsequio de parientes extravagantes. O quizá lo había robado de alguna librería vetusta, polvorienta. O quizá, bah…
La tapa estaba forrada de una incierta tela verdosa, manchada por el moho que poblaba su refugio. Ningún título ostentaba. La telilla estaba desnuda y mancillada por los gérmenes.
Para leer, encendió una lámpara que dio exactamente en su rostro. Sus pupilas, azoradas, disminuyeron raudamente.
Se reclinó en su sillón dilecto y se entregó a la lectura. Lectura profunda, plagada de apasionamiento. Se diluyó en las letras. La sombra de los dos cuerpos flameaba en las paredes blancuzcas, despojadas.
El libro temblaba a veces, en su mano. Se estremecía como una fiera que repentinamente hubiese despertado de su cruel letargo. Sus dos hemisferios de papel, repletos de ilustraciones y letras iban acercándose hacia el pecho del hombre y se retraían, al ritmo de los brazos. A veces, llegaban a mimetizarse.
Cuando llegó a un punto de la lectura, su cara se pasmó ante cierto pasaje. Un golpe o quizá la oscuridad blandida por un puñal desconocido. Una ruptura vítrea. Hubo un estruendo seco. Algo cayó.
La inscripción en la página: “Amphisbaena (Fons: “Pharsalia”, Lucano): la anfisbena es una serpiente de dos cabezas. Una de ella se encuentra emplazada en la posición normal, mientras que la otra se encuentra al final de la cola. Por lo mismo, puede desplazarse en ambas direcciones, y he aquí la razón de su nombre, pues se trata de una bestia ambigua. Sus poderosos ojos brillan como una lámpara.
El arte de la anfisbena consiste en el engaño y la falacia, atrae a sus víctimas mediante ardides y luego, las devora.”
Meros accidentes de lectura.
10 Comments:
Ohhh, ahora me queda más claro el asunto este de la anfisbena...
Es verdad: la lectura moderna es masturbatoria, aunque no siempre solitaria.
Y sin dudas es definitivamente peligrosa y falaz. Atrae con la belleza, engaño que no es sino el primer grado de lo terrible, aquello que apenas soportamos y que a veces, con desdén, se olvida de destruirnos (¿lo dijo Rilke?).
Me placería ser una Scitalia... te leeré sus cualidades.
Pago por ver...
"anfisbena"..que rituales se conjugaran en ese espécimen?...buena pregunta para Ud, amiga Nebula
100% de acuerdo con que la lectura es como la masturbaciòn. Es un momento intimo donde uno se conecta con la imaginacion, y el menor de los ruidos rompe la fantasia creada por el lobulo frontal!!
"Que va en dos direcciones". Esa es la ambigüedad, esa es la Anfisbena. Según Plinio, tiene virtudes medicinales. ¿Será la ambigüedad una cura, un lugar en el no lugar del abismo existencial, y en éste caso en particular, de la lectura? Tal vez, debamos preguntárselo a aquellos "goznes que chirriaron agudamente, en medio de un espantoso estertor", después de una interrumpida lectura, que atroz encanto dejó. Diógenes solía discurrir sobre la soledad: cuan dichoso sería si pudiera satisfacer su hambre digestivo, como lo hacía con su apetito sexual. En realidad (mi realidad), la lectura se encuentra dentro de esa ambigüedad, entre el hambre digestivo-intestinal y el apetito sexual... El cerebro (ansias de conocimiento - Voluntad de saber, etc.) es un agregado opcional.
Un saludo, un anuncio, quizas el principio de una amistad. Agradezco tus palabras. He agregado un lin a tu pagina en mi blog.
Abrazos,
Okapi
Agradezco mucho, okapi...
Brillante el relato de Anfisbena. Desde su insinuación en la tapa verdosa, uno empieza a temer algo extraño. Es perfecto.
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