Umbra
“Su sombra cruza” (Aleixandre, Olvido)
“Te condeno a ser sombra” , masculló la voz altisonante . La sentencia la horadó.
La sombra meditó sobre su cuerpo evanescente, el latido tenue del corazón como una flama oscura y turbia. El magnetismo de la identidad movido por hilos temibles. La dependencia fútil a un cuerpo ignoto. Un cuerpo que jamás podría ser el suyo. Imaginó la voz reducida a un eco lastimero y lejano. Su apariencia parasitaria. La vida en el subsuelo.
Un día, se le presentó la materia. Un impulso la llevó a sus pies. Ahora era diurna, víctima del sol, de las luciérnagas, de los centelleos, un artificio de la noche. Por las aceras, oscilaba al antojo de un péndulo infausto.
Sorbida en la forma, moldeada por un orfebre despótico repudió aquella cópula inútil. Deseaba una vida independiente.
La sombra , acorralada, decidió morir. Intentó encerrarse sobre sí misma, pero su piedra la arrancó del letargo. Una inexplicable fuerza la oprimió. Seguía adherida.
A fuerzas de asfixiar, resquebrajó la maqueta. Los trozos cayeron huecos, los ojos, vacíos . Toda su extensión anegó aquellas venas hasta que brotó la ceniza.
“Te condeno a ser sombra” , masculló la voz altisonante . La sentencia la horadó.
La sombra meditó sobre su cuerpo evanescente, el latido tenue del corazón como una flama oscura y turbia. El magnetismo de la identidad movido por hilos temibles. La dependencia fútil a un cuerpo ignoto. Un cuerpo que jamás podría ser el suyo. Imaginó la voz reducida a un eco lastimero y lejano. Su apariencia parasitaria. La vida en el subsuelo.
Un día, se le presentó la materia. Un impulso la llevó a sus pies. Ahora era diurna, víctima del sol, de las luciérnagas, de los centelleos, un artificio de la noche. Por las aceras, oscilaba al antojo de un péndulo infausto.
Sorbida en la forma, moldeada por un orfebre despótico repudió aquella cópula inútil. Deseaba una vida independiente.
La sombra , acorralada, decidió morir. Intentó encerrarse sobre sí misma, pero su piedra la arrancó del letargo. Una inexplicable fuerza la oprimió. Seguía adherida.
A fuerzas de asfixiar, resquebrajó la maqueta. Los trozos cayeron huecos, los ojos, vacíos . Toda su extensión anegó aquellas venas hasta que brotó la ceniza.